EXPLORANDO LO NUEVO
martes, 17 de junio de 2014
Biografia de Benito Mussolini
(Nacido en Italia el 1883, Fallecido en Mezzagra el 1945) Politico Italiano.
Hijo de una familia humilde, su padre era herrero y su maestra de escuela.
Cursó estudios de magisterios, a cuyo término fue profesor durante periódos
muy largos, pues combinaba la actividad docente con algunos viajes.
jueves, 6 de febrero de 2014
La primera Revolución Industrial al inicio cuando el principio de una gran revolución en la cual se descubrió la maquina de vapor que se convirtió en una gran fuente de energía para esto se necesitaban hacer la explotación de hierro todo eso se convirtió en fuente ecónomica pero provoco enfermedades.
martes, 4 de febrero de 2014
INDEPENDENCIA Y SOBERANÍA PARA AMÉRICA LATINA
La larga y obscura noche colonial fenecía con el
amanecer de nuestros pueblos en el “Primer Grito de la Independencia”
del 10 de agosto de 1809. Las sangrientas guerras independentistas en
las que participaron miles de hombres y mujeres de nuestra América Indo
mestiza derrotaron al imperio español, pero muy pronto fue reemplazado
por el imperio inglés y luego por el imperio yanqui.
Casi no hubo tiempo para vivir plenamente con soberanía e independencia,
porque las guerras de liberación nacional ni siquiera beneficiaron a
los pueblos indios y mestizos, sino a sus opresores criollos
predispuestos a beneficiarse del comercio ofrecido por sus nuevos amos.
Al fin, la independencia fue para usufructo de las clases dominantes con
vocación de ser dominadas por los centros hegemónicos imperiales.
En estos primeros años del siglo XXI, comienza un despertar de los
pueblos que ya presienten, de alguna manera, que es preciso luchar por
la segunda y definitiva independencia, lucha que debe darse en dos
frentes: uno interno para librarse del poder de las oligarquías como
estrato superior de las clases dominantes, y otro externo para derrotar
al imperio y todas sus formas de dominación y neocolonización.
Ha llegado el tiempo de las transformaciones revolucionarias para
conquistar el derecho a la soberanía e independencia de nuestras
patrias. Para apoyar a ese irrenunciable propósito, un grupo de
intelectuales, ha creado el Comité Independencia y Soberanía para
América Latina.
En la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada por las
Naciones Unidas en 10 de diciembre de 1948, se advierte que “todos los
hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Si esto vale
para las personas, el mismo principio podría aplicarse a los Estados,
pueblos y naciones, y exigir que todos sean tratados iguales en
dignidad y derechos y abolir para siempre la falsa idea de que un
Estado es superior a otro.
Ya se ha dicho que “la Independencia y Soberanía de una Nación es
equivalente a la libertad personal”. De ser así, se podría afirmar que
no debería haber una sola persona sin libertad, sin decoro, sin
dignidad, como no podría existir un Estado sin personalidad jurídica; es
decir sin independencia y soberanía o con ellas retaceadas o
mediatizadas por un poder extraño.
Octavio Díaz expresaba que “La soberanía, es el poder o autoridad que
posee una persona o un grupo de personas con derecho a tomar decisiones y
a resolver conflictos en el seno de una jerarquía política. El hecho de
poder tomar estas decisiones implica independencia de los poderes
externos y autoridad máxima sobre los grupos internos.
La concepción de soberanía, se define en torno al poder y se comprende
como aquella facultad que posee cada Estado de ejercer el poder
organizativo e independencia de acción sobre su sistema de gobierno, su
territorio y su población. Se puede ver desde dos ámbitos diferentes,
uno interno y otro externo. En su modo interno, la soberanía hace
alusión al poder definido anteriormente, el que se relaciona con el
poder de un determinado Estado sobre su territorio y su población. El
carácter externo hace referencia a la independencia que tiene un Estado
del poder que ejerce otro, en un territorio y población diferentes, en
otras palabras, un Estado en particular es soberano mientras no dependa
de otro Estado.
Por otra parte, la soberanía se puede comprender desde dos perspectivas,
una jurídica y una política. La soberanía jurídica a través de la cual
un Estado puede tomar contacto con el mundo, con lo internacional, a
través de su participación en diferentes organizaciones internacionales,
tratados, pactos y compromisos diplomáticos, entre otros. La soberanía
política alude al poder del Estado de imponer todo aquello que le
parezca necesario. Aunque se piense que cada Estado ejerce su soberanía
jurídica y política, no es así en todas las naciones. Existen casos en
los que el Estado puede tener la soberanía jurídica, sin embargo, su
soberanía política depende de los dictámenes de otras naciones en cuanto
a su desarrollo social, político y económico.
Para Ernesto Che Guevara (1960). “La soberanía política y la
independencia económica son dos términos que tienen una estrechísima
unión y necesariamente deben ir juntos... afirma que la soberanía
política es un término que no hay que buscarlo en definiciones formales
sino que hay que ahondar un poquito más, hay que buscarle sus raíces […]
la soberanía nacional significa, primero, el derecho que tiene un país a
que nadie se inmiscuya en su vida, el derecho que tiene un pueblo a dar
el gobierno y el modo de vida que mejor le convenga, eso depende de su
voluntad y solamente ese pueblo es el que puede determinar si un
gobierno cambia o no. Pero todos estos conceptos de soberanía política,
de soberanía nacional, son ficticios si al lado de ellos no está la
independencia económica […] la soberanía política y la independencia
económica van unidas. Si no hay economía propia, si se está penetrado
por un capital extranjero, no se puede estar libre de la tutela del país
del cual se depende, ni mucho menos se puede hacer la voluntad de ese
país si choca con los grandes intereses de aquel otro que la domina
económicamente […] El poder revolucionario o la soberanía política es el
instrumento para la conquista económica y para hacer realidad en toda
su extensión la soberanía nacional.
Tanto el Comité Independencia y Soberanía para América Latina –CISPAL-
como la Revista Siempre desean contribuir a la toma de conciencia y
formación ideológica de nuestros pueblos, porque sin teoría
revolucionaria no hay revolución; muy equivalente a sin ideología
revolucionaria no hay revolución. Sin una sólida formación
ideológica-revolucionaria, fácilmente se decae en populismos de la peor
especie que terminan siendo contrarrevolucionarios y, por tanto,
retardatarios de los verdaderos procesos revolucionarios.
Es preciso contribuir a la formación ideológica-política de los pueblos
y, en especial de las juventudes. Indispensable es liberarse del
tutelaje del conocimiento extranjero, de la dependencia tecnológica y
crear las condiciones para forjar nuevas revoluciones
científico-técnicas que contribuyan al desarrollo social, económico,
político y cultural de los pueblos, de acuerdo a las realidades
particulares y necesidades sentidas e insatisfechas. En otras palabras
se debe luchar para alcanzar la soberanía cognitiva que permita
alcanzar una nueva cultura política, soberanía de tanta p mayor
importancia que la soberanía alimentaria o la defensa soberana del
patrimonio genético y uso soberano de los recursos naturales.
“Las concepciones de soberanía pueden definirse también como: los
ideales heredados de personajes de la historia sobre la autonomía y la
autodeterminación de los pueblos, ideas que reafirman en los ciudadanos
la necesidad de defender las riquezas culturales y naturales de la
patria, así como, su identidad como venezolana, latinoamericana y
caribeña. Los ideales heredados de nuestros pensadores libertarios
forman parte de las concepciones de emancipación y soberanía…”
Paulatinamente se avanza en la recuperación de la soberanía e
independencia con la consolidación de la Alianza Bolivariana para los
pueblos de nuestra América- Tratado de Comercio de los Pueblos- ALBA.
"Los principios del Alba son fundamentales para trazar el camino que
estamos recorriendo. Todas las metas y programas de trabajo que en el
campo económico, energético, financiero, educativo, cultural,
alimentario y en todas las dimensiones de trabajo que nos estamos
planteando tienen un objetivo central que es construir la independencia y
la soberanía de nuestros países y de nuestros pueblos", advertía el
canciller venezolano Nicolás Maduro y añadía que el colonialismo que
invadió Suramérica hace más de 500 años destruyó la región y rompió las
bases culturales de los pueblos, bases que mediante la Alianza
Bolivariana comienzan a erigirse…
Expresión soberana de nuestros pueblos es la UNASUR que avanza hacia su
fortalecimiento a pesar de las amenazas directas, latentes e indirectas
del imperio. Sin duda, estamos en tiempos nuevos de reivindicación con
los renacidos ideales de nuestros libertadores que aspiraban a construir
una nación poderosa forjada en la unión de pueblos y naciones desde
el río Bravo hasta la Tierra del Fuego.
Maduro sostuvo que el proceso revolucionario que se experimenta en
Suramérica permitirá apuntalar la independencia y de esta manera
consolidar una zona de paz en la región, ante la amenaza imperial de los
países que desean apoderarse de los recursos naturales de países
soberanos. “Estamos construyendo procesos revolucionarios para
consolidar y construir la verdadera independencia, pero también para
consolidar una inmensa zona de paz en Suramérica. Que Suramérica sea una
inmensa zona de paz, de vida, de construcción y de felicidad para
nuestros pueblos”.
Tanto el Alba como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur)
permitirán acelerar los procesos de integración y para ese fin es una
necesidad inaplazable, la expulsión de todo tipo de bases militares
extranjeras en nuestra América Latina y el Caribe.
Para analizar los significados de la independencia, soberanía y los
problemas provenientes de los intervencionismos imperiales que se
desatan desde las embajadas y bases militares yanquis, se desarrolló
un importante Foro Nacional denominado Paz, Soberanía y Bases Militares,
organizado por la Escuela de Trabajo Social de la Facultad de
Jurisprudencia de la Universidad Central del Ecuador, por el Comité
Independencia y Soberanía para América Latina y por la Revista Siempre.
Los expositores fueron destacados intelectuales, profesores
universitarios y políticos que a los largo de sus valiosas vidas han
sido ejemplo de compromiso con las luchas sociales, decisión y coraje
antiimperialista. Jaime Galarza Zavala, Diego Delgado Jara, Hernán
Rivadeneira Játiva y Germán Rodas Chávez, con enorme solvencia y sobra
de conocimientos se refirieron a la temática planteada. El Foro fue
dirigido por Eduardo Zurita Gil, Presidente del Comité Independencia y
Soberanía para América Latina.
FORMAS DE ORGANIZACIÓN DEL ESTADO
De la manera más sencilla, la palabra Estado está relacionada con la organización política misma, tanto en su conjunto como en su total unidad; con ello, hacemos alusión a los elementos que integran esa organización política.
Una primera y clásica clasificación de los Estados hace referencia a la centralización y descentralización del poder, y el otro criterio para determinar las formas de organización del Estado, hace referencia o se produce tomando en cuenta la estructura interna del poder, ya con un titular único o a cargo de centros dispersos, con este criterio, cabe hablar de la clasificación tradicional de los estados simples y compuestos.
ESTADOS SIMPLES
Esta forma de Estado es la que ha adoptado la mayoría de organizaciones políticas del mundo, incluyendo Guatemala. Por lo que podemos decir que el Estado simple o unitario, es aquel en que la soberanía, se ejercita de manera directa sobre un solo pueblo que está habitando un mismo territorio y que, además, posee un solo centro de impulsión política y administrativa.
El Estado simple, es aquel que no es susceptible de dividirse en colectividades internas, merecedoras por sí mismas del nombre de Estado, en razón que la soberanía estatal pertenece y es ejercida por un titular único, habilitado por el ordenamiento jurídico para la realización de toda actividad jurídica superior, esto es, para dictar la legislación obligatoria en todo el territorio y toda la población.
Dentro de los estados simples se distingue el Estado Unitario y el Regional.
ESTADOS COMPUESTOS
También se conoce con el nombre de Estado colectivo, entendemos esta forma de Estado, como aquella en la que aparecen unidos de una u otra manera dos o más Estados, sea por vínculos de política nacional o internacional.
El Estado compuesto, es aquel que es susceptible de dividirse en colectividades internas, merecedoras por sí mismas del nombre de Estado;
EL REPUBLICANISMO
No es posible hablar de la concepción republicana como de una teoría unitaria, estable y bien perfilada, pero sí de un enfoque reconocible y nítido de la actividad política y de una serie de nociones que configuran el talante o espíritu propio de esa tradición. Una tradición unificada, no solo por las autoridades a las que se remite y por su referencia a modelos históricos como el de la república romana, sino por ciertos valores y propuestas características que sus exponentes, en distintas épocas y lugares, tienden a destacar: el gobierno de la ley, el valor de las instituciones públicas, la virtud cívica, el énfasis en la libertad como autonomía frente a la dominación ajena y arbitraria, etc...
¿Qué es entonces lo que podemos denominar como republicanismo?
Alexander Hamilton decía que la noción de republicanismo de la que se hablaba en su tiempo era empleada con demasiados sentidos diferentes, y no era posible describirla completamente; John Adams manifestaba que no había podido comprender jamás el cabal significado de dicho término, y agregaba que nadie que él conociese había alcanzado cabalmente tal entendimiento.
El republicanismo ha sido considerado como un modelo caducado por muchos teóricos contemporáneos de la política, que argumentan que se trata de un enfoque inaplicable a las sociedades complejas modernas y que es demasiado exigente en cuanto a la disposición virtuosa que requiere de los ciudadanos. Hay sin embargo algunos estudiosos actuales como Skinner, Pettit o Spitz , que consideran que es posible recuperar el espíritu de esta concepción como base de una visión renovada de la política absolutamente vigente en las sociedades actuales, capaz de superar los déficit de las concepciones hasta ahora mayoritariamente presentes.
Aunque acaso no sea posible resucitar hoy tal cual el modelo republicano, es un hecho que las más sugestivas propuestas teóricas actuales de recuperación de la ciudadanía buscan inspiración en esta tradición. Se trata de una tradición muy activa dentro del ámbito académico, y que además aspira a revitalizar el interés tanto por la política como por la cosa pública, buscando señalar la potencialidad política de los individuos cuando actúan entre iguales, y poseen como horizonte común la búsqueda deliberativa de una comunidad justa y libre.
En los últimos tiempos ha cobrado considerable fuerza la apelación a una concepción republicana de la política, y más concretamente de la ciudadanía, como una vía alternativa entre liberalismo y comunitarismo en la que confluyen pensadores insatisfechos con uno y otro modelo.
Una cierta nostalgia teórica, mezclada con curiosidad académica, y con desencanto cívico, ha desenterrado el tesoro perdido del que hablaba Hannah Arendt, para abrir un nuevo ámbito de debates acerca del ciudadano y la comunidad política.
Son muchos los que experimentan desazón y malestar frente a la concepción liberal de la relación del ciudadano con su sociedad política, blanco privilegiado de la crítica comunitarista: la perspectiva de un sujeto autointeresado, que se define principalmente por sus derechos, para el que la comunidad es externa e instrumental, en la que no se reconoce ni está dispuesto a sacrificarse o contener sus deseos por el bien público.
A ello debe añadirse la crisis actual de la política como actividad pública deseable. Hoy la política ha sido desplazada a una posición marginal, en relación con una red mundial de procesos de comunicación e intercambio económico: la acción política aparece subordinada a imperativos económicos, y los ciudadanos de las sociedades democráticas responden con apatía y permisividad. Dada esta situación, es explicable que se haya vuelto la mirada hacia una tradición alternativa, que pone el acento en el status del hombre como ciudadano.
Han sido en general historiadores del pensamiento político como Wood, Pocock, Baylin, Skinner oVirolli los que han destacado el valor de una tradición a la que se había prestado escasa atención en la teoría política contemporánea, y que sin embargo ha tenido un peso considerable en la teoría y en la práctica política moderna.
Esta tradición republicana arranca de la teoría y la experiencia política de la Roma republicana (con Salustio, Tito Livio, Séneca, Juvenal, y sobre todo Cicerón), aunque tenía su mejor fundamentación teórica ya en la Política de Aristóteles; continúa en las repúblicas italianas de la Baja Edad Media y el Renacimiento, y particularmente en la Florencia de Maquiavelo; se desarrolla durante el siglo XVII en la República de Venecia, en la república holandesa de las Provincias Unidas, y en teóricos de la época de la guerra civil inglesa, como James Harrington; está presente en el debate sobre virtud y comercio de la época de la ilustración (según podemos ver en los escritos de Montesquieu), y tiene su último gran desarrollo en los teóricos y exponentes de las revoluciones francesa y americana del siglo XVIII (como Rousseau, Madison o Jefferson, entre otros), sin olvidar las notorias huellas que el republicanismo ha dejado en autores posteriores, como Tocqueville o Marx.
Surgimiento De Las Naciones Iberoamericanas
Nación
Un nación puede referirse a un Estado soberano,[1]
como por ejemplo en los Estados miembros de la De las Naciones
Unidas,[2] o para una comunidad de personas que comparten un lenguaje
común, la ascendencia, la historia y, aunque no necesariamente, un
gobierno común.[1] En el De los Estados Unidos, La palabra también se
utiliza para referirse a una tribu de Los indios norteamericanos, Como
la Nación Cherokee.
Etimología
Nación se deriva de Natio (En latín: a nacer) (Natio,
Madre nacional) Y se relaciona con gnasci (Antigua América, Ver
género).[3] Nación está en contraste con las obligaciones de la
ciudadanía propuesta por el civitas.[3]
Inglés La palabra “nación” viene de la palabra francesa “nación”:[4][5]
La acción de nacer, nacimiento, o bien y
La diosa que personifica el nacimiento, o
Una raza (como un perro), existencias, clase, especie, raza, o
Una tribu, o (retóricamente, los hay) conjunto de personas (despectivo), o
Una nación o pueblo.
Como un ejemplo de cómo la palabra Natio fue empleado
en latín clásico, la siguiente cita de Cicerón’S Filípicas Contra Marco
Antonio en el 44 aC contrasta la externa, inferior nationes (“Las
carreras de la gente”) con el romano civitas (“Comunidad”).:
“Nationes Omnes servitutem ferre possunt:. Potest civitas nostra no”
“Todas las razas son capaces de soportar la esclavitud, pero nuestra comunidad no puede.”)[6]
San Jerónimo utilizado este “plazo
genealógico-histórico … en su traducción al latín del Nuevo Testamento
para referirse a los no cristianos -. es decir, los” otros “”[7] Un
ejemplo temprano del uso de la palabra “nación” (en relación con el
lenguaje y el territorio) se proporcionó en el año 968 por Liutprando
(El obispo de Cremona) Que, mientras se enfrenta Nicéforo II (El
emperador bizantino) En nombre de su patrón Otón I, emperador del Sacro
Imperio Romano, Declaró:
“El la tierra… Lo que usted dice pertenece a tu
imperio pertenece, como la nacionalidad y el idioma de la gente
demuestra, El Reino de Italia. ‘“(El subrayado es mío.)[8]
Aunque Liutprando fue escrito en latín, la lengua nativa fue Lombardic (Una lengua germánica).
Un importante uso temprano del término nación, Como
Natio, Estaba en universidades medievales (ver: nación (la
universidad)), Para describir los colegas en una universidad o
estudiantes, sobre todo en el Universidad de París, Todos ellos nacidos
en un paga, Hablaban el mismo idioma y se espera que se regirá por su
legislación familiar propia. En 1383 y 1384, mientras estudiaba teología
en París, Jean Gerson Fue elegido dos veces procurador de los franceses
Natio (Es decir, los estudiantes de habla francesa de origen francés en
la Universidad). La división de los estudiantes en un Natio También se
aprobó en el Universidad de Praga, Donde desde su apertura en 1349 de la
Studium generale se dividió entre bohemios, bávaros, sajones y polacos
naciones.
De manera similar, el nationes fueron segregados como
extranjeros entre los Caballeros Hospitalarios de Jerusalén, Que
mantiene en Rodas los albergues de la que tomó su nombre, “donde los
extranjeros comer y tener sus lugares de reunión, cada nación, aparte de
los demás, y un caballero tiene a su cargo cada uno de estos albergues,
y prevé las necesidades de los internos de acuerdo a sus religión “,
como el viajero español Pedro Tafur observó en 1436.[9]
Naciones sin Estado soberano
Las naciones que somos una comunidad de personas que
comparten un territorio común y el gobierno, pero no los Estados
soberanos pueden ser temas de controversia, debido, en gran parte, a las
preocupaciones de seguridad nacional de los países vecinos. Un ejemplo
notable de un pueblo que se consideran una nación son las de los Estado
de Palestina, Que tiene territorios en general delineado. nacionalismo
palestino en los tiempos modernos se levantó entre 1948 y 1950. El
presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad en 2005 habló de “la nación
palestina” en el contexto de Jerusalén y Palestina.[10] El Estado de
Palestina es hoy ampliamente reconocido por los Estados soberanos,
aunque a menudo en términos equívocos.[11] Sin embargo, artículos de
opinión en medios de comunicación israelíes en duda la existencia de una
nación palestina,[12] en parte debido a su historia muy corta.
miércoles, 8 de enero de 2014
Las Cortes de Cádiz
La guerra y al mismo tiempo la Revolución. Este es el otro plano, y sin duda el de mayor trascendencia por su proyección en los años posteriores, que resulta necesario analizar en este periodo que transcurre entre las abdicaciones de Bayona y la vuelta de Fernando VII en 1814. Parece obvio señalar que sin guerra no hubiese habido revolución, o al menos ésta hubiese tomado una forma diferente. Las condiciones excepcionales que propició un conflicto tan intenso como generalizado, favorecieron el proceso revolucionario que culminó con la reunión de las Cortes de Cádiz.
El vacío de poder que se originó como consecuencia de la salida del rey legítimo de España desencadenó un proceso mediante el cual terminarían por asumir el poder unas instituciones inéditas, surgidas de abajo a arriba, capaces de satisfacer las aspiraciones populares que se habían visto defraudadas por la actitud contemporizadora de las autoridades del régimen con respecto a los franceses. El proceso comenzó con el nombramiento de una Junta de Gobierno por parte de Fernando VII cuando éste tuvo que acudir a Bayona para atender a la convocatoria deNapoleón. Dicha Junta estaba presidida por su tío, el infante don Antonio e integrada por cuatro ministros de su gobierno. En ella quedaba depositada la soberanía, que no sería capaz de ejercer en los momentos críticos del dos de mayo.
El Consejo de Castilla, el máximo organismo existente entonces en España, sufrió una paralela pérdida de prestigio, al no saber tampoco atender las expectativas de la mayor parte de los españoles que demandaban una actitud firme frente a los invasores, e incluso una incitación a la lucha armada, sino que por el contrario trataban de transmitir recomendaciones pacifistas. Tampoco las autoridades provinciales se mostraron decididas a encabezar el levantamiento contra las tropas de ocupación y así, de esa forma, se fue produciendo un deslizamiento de la soberanía desde las instancias superiores hasta el propio pueblo que asumió su responsabilidad mediante la creación de una serie de Juntas, cuya única legitimidad -como afirma Artola- es la voluntad del pueblo que las elige.
Por todas partes proliferaron las Juntas, cuya formación y composición se presentan de forma muy variada. La de Aragón se formó a instancias del general José de Palafox, a su vez nombrado gobernador por el pueblo de Zaragoza. EnValencia también el pueblo nombró a un comandante supremo, Vicente González Moreno, quien a su vez creó una Junta Suprema. En Sevilla, cuando llegaron las noticias de las abdicaciones de Bayona, a finales de mayo, se constituyó una Junta que, bajo la dirección de Francisco Arias de Saavedra, antiguo ministro con Carlos IV, se autodenominó Junta Suprema de España e Indias, y pidió una movilización inmediata de todos los hombres en edad de combatir. En Soria fue el Ayuntamiento el que creó la Junta, y así en la mayor parte de las poblaciones más grandes o más pequeñas, se fueron creando estas nuevas entidades hasta formar un cuadro variopinto y heterogéneo en su composición, con el que resultaba difícil armonizar esfuerzos contra las tropas invasoras. Se impuso, por ello, la necesidad de coordinar a las Juntas locales y a las Juntas provinciales, mediante la creación de una Junta Central para que aunase el esfuerzo bélico y al mismo tiempo mantuviese viva la conciencia de unidad nacional. La Junta Suprema Central Gubernativa de España e Indias se instaló en Aranjuez el 25 de septiembre de 1808 cuando, después de Bailén, los franceses trataban de organizar la contraofensiva y era necesario prepararse para hacerles frente.
Componían la Junta Central 35 miembros iguales en representación. Su presidente era el conde de Floridablanca, que contaba en aquellos momentos con 85 años y presentaba una postura muy conservadora. Pero sin duda su elemento más destacado era Gaspar Melchor de Jovellanos, político y escritor, de un talante reformista moderado, que era partidario de llevar a cabo algunos cambios en España en el terreno político, social y económico. Su propuesta era la de crear un sistema de Monarquía parlamentaria de dos Cámaras, en el que la nobleza jugase un papel de amortiguadora entre el rey y el pueblo. Excepto estos dos miembros y Valdés, que había sido ministro de Marina conCarlos IV, el resto de los componentes de la Junta carecía de experiencia en las tareas de gobierno. La mayoría de ellos pertenecía a la nobleza; había varios juristas y también algunos eclesiásticos. Aunque no puede establecerse entre ellos ninguna división ideológica, en su mayor parte eran partidarios de las reformas para regenerar el país. Esta actitud les granjeó no pocos ataques por parte de las oligarquías más conservadoras y de las viejas instituciones del Antiguo Régimen. Jovellanos se vio obligado a salir en su defensa mediante la publicación de una Memoria en defensa de la Junta Central.
Para resolver el problema de la coexistencia de esta Junta con las provinciales, se decretó la reducción de los componentes de estas últimas y el cambio de su denominación de Juntas Supremas por el de Juntas Provinciales de Observación y Defensa. Asimismo se ordenó su subordinación a la Junta Central, lo que provocó no pocas protestas por parte de estos organismos locales. En cuanto a las relaciones con las colonias de América y Filipinas, que mostraron un apoyo entusiasta a la causa de la independencia española frente al dominio napoleónico, la Junta emitió un decreto el 22 de enero de 1809, mediante el cual se invitaba a aquellos territorios a integrarse en ella mediante los correspondientes diputados. Aunque este gesto no podría materializarse debido a las dificultades de la distancia, sí favoreció el hecho de que muchos criollos enviasen ayuda en dinero para la causa española.
Gran Bretaña, a pesar de la rivalidad que había mantenido con España por el dominio del océano, mostró también una favorable disposición para ayudarla frente al dominio de Napoleón, mediante el envío inmediato de hombres y dinero. Las relaciones diplomáticas entre los dos países se reforzaron por la firma, el 14 de enero de 1809, de un tratado entre el Secretario del Foreign Office, Canning, y el embajador español en la corte de San Jaime, Juan Ruiz de Apodaca. En su virtud, Gran Bretaña se comprometía a no reconocer otro soberano legítimo del trono español que Fernando VII o sus sucesores.
El vacío de poder que se originó como consecuencia de la salida del rey legítimo de España desencadenó un proceso mediante el cual terminarían por asumir el poder unas instituciones inéditas, surgidas de abajo a arriba, capaces de satisfacer las aspiraciones populares que se habían visto defraudadas por la actitud contemporizadora de las autoridades del régimen con respecto a los franceses. El proceso comenzó con el nombramiento de una Junta de Gobierno por parte de Fernando VII cuando éste tuvo que acudir a Bayona para atender a la convocatoria deNapoleón. Dicha Junta estaba presidida por su tío, el infante don Antonio e integrada por cuatro ministros de su gobierno. En ella quedaba depositada la soberanía, que no sería capaz de ejercer en los momentos críticos del dos de mayo.
El Consejo de Castilla, el máximo organismo existente entonces en España, sufrió una paralela pérdida de prestigio, al no saber tampoco atender las expectativas de la mayor parte de los españoles que demandaban una actitud firme frente a los invasores, e incluso una incitación a la lucha armada, sino que por el contrario trataban de transmitir recomendaciones pacifistas. Tampoco las autoridades provinciales se mostraron decididas a encabezar el levantamiento contra las tropas de ocupación y así, de esa forma, se fue produciendo un deslizamiento de la soberanía desde las instancias superiores hasta el propio pueblo que asumió su responsabilidad mediante la creación de una serie de Juntas, cuya única legitimidad -como afirma Artola- es la voluntad del pueblo que las elige.
Por todas partes proliferaron las Juntas, cuya formación y composición se presentan de forma muy variada. La de Aragón se formó a instancias del general José de Palafox, a su vez nombrado gobernador por el pueblo de Zaragoza. EnValencia también el pueblo nombró a un comandante supremo, Vicente González Moreno, quien a su vez creó una Junta Suprema. En Sevilla, cuando llegaron las noticias de las abdicaciones de Bayona, a finales de mayo, se constituyó una Junta que, bajo la dirección de Francisco Arias de Saavedra, antiguo ministro con Carlos IV, se autodenominó Junta Suprema de España e Indias, y pidió una movilización inmediata de todos los hombres en edad de combatir. En Soria fue el Ayuntamiento el que creó la Junta, y así en la mayor parte de las poblaciones más grandes o más pequeñas, se fueron creando estas nuevas entidades hasta formar un cuadro variopinto y heterogéneo en su composición, con el que resultaba difícil armonizar esfuerzos contra las tropas invasoras. Se impuso, por ello, la necesidad de coordinar a las Juntas locales y a las Juntas provinciales, mediante la creación de una Junta Central para que aunase el esfuerzo bélico y al mismo tiempo mantuviese viva la conciencia de unidad nacional. La Junta Suprema Central Gubernativa de España e Indias se instaló en Aranjuez el 25 de septiembre de 1808 cuando, después de Bailén, los franceses trataban de organizar la contraofensiva y era necesario prepararse para hacerles frente.
Componían la Junta Central 35 miembros iguales en representación. Su presidente era el conde de Floridablanca, que contaba en aquellos momentos con 85 años y presentaba una postura muy conservadora. Pero sin duda su elemento más destacado era Gaspar Melchor de Jovellanos, político y escritor, de un talante reformista moderado, que era partidario de llevar a cabo algunos cambios en España en el terreno político, social y económico. Su propuesta era la de crear un sistema de Monarquía parlamentaria de dos Cámaras, en el que la nobleza jugase un papel de amortiguadora entre el rey y el pueblo. Excepto estos dos miembros y Valdés, que había sido ministro de Marina conCarlos IV, el resto de los componentes de la Junta carecía de experiencia en las tareas de gobierno. La mayoría de ellos pertenecía a la nobleza; había varios juristas y también algunos eclesiásticos. Aunque no puede establecerse entre ellos ninguna división ideológica, en su mayor parte eran partidarios de las reformas para regenerar el país. Esta actitud les granjeó no pocos ataques por parte de las oligarquías más conservadoras y de las viejas instituciones del Antiguo Régimen. Jovellanos se vio obligado a salir en su defensa mediante la publicación de una Memoria en defensa de la Junta Central.
Para resolver el problema de la coexistencia de esta Junta con las provinciales, se decretó la reducción de los componentes de estas últimas y el cambio de su denominación de Juntas Supremas por el de Juntas Provinciales de Observación y Defensa. Asimismo se ordenó su subordinación a la Junta Central, lo que provocó no pocas protestas por parte de estos organismos locales. En cuanto a las relaciones con las colonias de América y Filipinas, que mostraron un apoyo entusiasta a la causa de la independencia española frente al dominio napoleónico, la Junta emitió un decreto el 22 de enero de 1809, mediante el cual se invitaba a aquellos territorios a integrarse en ella mediante los correspondientes diputados. Aunque este gesto no podría materializarse debido a las dificultades de la distancia, sí favoreció el hecho de que muchos criollos enviasen ayuda en dinero para la causa española.
Gran Bretaña, a pesar de la rivalidad que había mantenido con España por el dominio del océano, mostró también una favorable disposición para ayudarla frente al dominio de Napoleón, mediante el envío inmediato de hombres y dinero. Las relaciones diplomáticas entre los dos países se reforzaron por la firma, el 14 de enero de 1809, de un tratado entre el Secretario del Foreign Office, Canning, y el embajador español en la corte de San Jaime, Juan Ruiz de Apodaca. En su virtud, Gran Bretaña se comprometía a no reconocer otro soberano legítimo del trono español que Fernando VII o sus sucesores.
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